Muchas veces es importante callar y observar. Pues en muchas
circunstancias no entendemos nada. En tales momentos es imprescindible sumirnos
en nuestros pensamientos y nuestras observaciones, para intentar alcanzar
cierto bienestar sin entablar ningún debate estéril con nosotros mismos y menos
aún con alguien más. Ya que todo resultaría incomprensible.
El lenguaje del silencio es importante. Ya que cada día
hablamos cada vez más, incluso a veces lo hacemos sin ton ni son. El cual es,
en muchos casos, un hablar por hablar carente de reflexión o meditación. Al
llegar a ese vacío del hablar es imprescindible detenernos para ensimismarnos,
diría Ortega; es decir, para mirar hacia nosotros. Esto se hace necesario.
En última instancia, tenemos que aprender a callarnos. Los
pitagóricos hacían por un tiempo más o menos largo un voto de silencio, todavía
se usa en ciertas religiones o se impone. Este callarnos debe ser cultivado con
el fin de aprender a oír, de aprender a mirar, de atender a los demás. Más
relevante aún debemos cultivar este silencio para aprender a mirarnos, oírnos,
atendernos a nosotros mismos.
La idea no es volvernos asociales, sino todo lo contrario.
Es conocernos a nosotros mismos para empezar a interactuar con los demás. Esa
socialización empieza por ese lenguaje de silencio que nos permite contemplarnos.
En este sentido no creo que la filosofía sea un pensar solitario, es más bien
un pensar en sociedad con los otros, de ahí el diálogo.
A lo que aquí hago referencia es a ese parloteo vacuo en que
nos sumimos diariamente sin darnos cuenta, un parloteo con otros y con
nosotros. Una cháchara fútil que no nos deja pensarnos ni comprendernos. Que solo
se ha convertido en un distractor de nuestro pensar-hacer. De allí que abogamos
por el silencio y la observación de nosotros y de lo que nos rodea.
Puede ser que no nos guste nuestro silencio y eso está bien.
No puede ser una imposición, ya que cada quien se descubre a su manera. Cada
quien establece a su manera el diálogo consigo mismo y esto es lo importante. A
esa manera particular de comunicarnos con nosotros mismos es lo que denomino el
lenguaje del silencio. Puede ser que alguien lo haga a gritos, pero lo más
probable es que lo haga apartándose momentáneamente del mundo.
Ese lenguaje silencioso es el que nos puede conducir a observarnos,
a estar atentos de nuestro hacer y a los cambios de nuestro entorno, sin hacer
ningún comentario. Ya que nuestra tendencia es a opinar continuamente, como sujetos
locuaces que somos. Y esta locuacidad oculta que no sabemos callarnos, que no
sabemos estar en silencio atentos a nosotros mismos.
Como habladores que somos, por lo general, decimos
banalidades para dar y tomar. A veces por ese hablar desmesurado nos
malinterpretan o hablamos influidos por un estado de ánimo inadecuado que
deforma lo que deseamos decir. No queríamos decir eso pero ya es tarde. Las palabras
han salido sin pasar por ninguna reflexión previa, muchos menos por ningún
conocernos.
Aprender a callarnos es aprender a controlar nuestra
impulsividad. Es tratar de no decir banalidades, es reflexionar y sopesar las
ideas que tenemos en mente y que cuentan distintas situaciones. Es escuchar lo
que los demás tienen que decir y no monopolizar la conversación. Es no imponer
nuestra opinión como una verdad absoluta y definitiva. Es abrir el espacio a la
duda de nuestro pensar-hacer.
Aprender a callarnos es mantener cierta perspectiva con los
demás y con nosotros. Recordemos que tratamos sobre el silencio y la
observación del mundo que nos rodea y sobre nosotros mismos. En este silencio
aprenderemos sobre la transparencia que nos debemos a nosotros, a lo que somos
y hacemos.
Debemos aprender a expresarnos, a hablarnos. El observarnos
y escucharnos es importante porque muchas veces somos sordos y ciego (dice una
canción) ante nosotros mismos. Tenemos que aprender a callarnos para aprender a
oírnos y hablarnos. A saber del silencio.
En este aprender en el lenguaje del silencio comenzamos a ser
el centro de nuestro mundo, aprendemos a conocernos y a querernos. Aprendemos a
hablar con nosotros mismos y a escucharnos. Al saber callarnos aprendemos una
forma mejor de expresarnos.
De esta forma el lenguaje del silencio es dialogar con
nosotros mismos, develar nuestro pensar-hacer, llegar a entendernos y
comprendernos. Es parte importante para el conocernos a nosotros mismos.
Referencias:
Blogger: http://obeddelfin.blogspot.com/
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Twitter: @obeddelfin
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