Cuando el niño, en su niñez, le decía a la abuela que si
estaban tan pobres porque no iban hasta final del arcoíris y sacaban algunas
monedas del cofre para comprar lo que necesitaban. Proponía, en su inocencia de
estar en el mundo, la solución honesta a la preocupación material de un adulto
en su menesterosidad.
Era esa la solución adecuada ante la preocupación de la
abuela y habiéndole contado ésta la leyenda al niño la solución era lógica: lo
que había que hacer era caminar por ese camino de colores y al llegar final
encontrarían la gran olla; entonces se meterían unas cuantas monedas en los
bolsillos e irían luego a la bodega de la esquina a comprar lo que necesitaran
para el día a día.
Lo que el niño no sabía, en ese entonces, es que aquel
relato era una leyenda muy colorida y bella. Mientras que la vida, por su
parte, es un conjunto de grises donde no nos espera ninguna olla de la
abundancia, de la cual sacar el tesoro que deseamos.
La leyenda como toda leyenda nos hace soñar y es
aleccionadora. Y, tal vez, debe contener alguna parábola. Luego el niño
aprendería, que en la vida, no hay que seguir el camino del arcoíris, sino que
éste hay que construirlo cada día. Pues no conseguimos el arcoíris como ese que
vemos en el cielo, sino que es necesario edificarlo con nuestras acciones.
Debemos pensar-hacer nuestro arcoíris para ir llenando
nuestra gran olla de tesoros, los cuales no siempre son de oro. Tal fenómeno
post-lluvia siempre nos maravilla y embelesa, porque guarda en sí nuestras
esperanzas como seres que habitamos esta tierra.
En los momentos de dificultades económicas, social e
individual, siempre nos angustia nuestra miseria. Tal preocupación nos
arrincona. Nos hace miopes y nos hace perder la brújula, que si ésta ya no
apuntaba correctamente ahora es más errática aún. Entramos de lleno en una
existencia desgraciada y en ésta permanecemos.
Nos imaginamos que todo nuestros problemas los vamos a
resolver si tenemos dinero, algo así que si nos encontramos ante la gran olla
del tesoro. Sin embargo, no queremos hacer el camino del arcoíris; sino que la
gran olla, de una buena vez, se aparezca delante de nosotros para llenarnos los
bolsillos a granel.
¿Cuál será el problema? El no tener dinero o el problema
seremos nosotros; tanto como sujeto social así como sujeto individual. Todos
queremos dinero, pero no sabemos cómo tenerlo. Andamos dando «palos de ciego»
dice el dicho popular. Perdidos en el laberinto. En una existencia donde la
nada es más que el ser.
En nuestra pobreza
andamos desolados. No es que la pobreza nos impida pensar en cómo hacer dinero,
es que nunca hemos sabido hacerlo. ¿Por qué no sabemos hacerlo? Además, ¿qué
llamamos hacer dinero? Las respuestas si las hay son oscuras y más confusas
todavía.
La pseudo-ilusión de la prosperidad que no se tiene nos
lleva al desatino mental, que es la proyección de nuestra decadencia como
sujeto. Pues aspiramos a una riqueza que no buscamos construir, sino que
queremos que se nos aparezca como por arte de sortilegio.
Nuestra confusión mental se traduce en una existencia
inauténtica, la cual arrastramos cada día quejándonos miserablemente. Pero sin
hacer nada por construir nuestra existencia. Vivimos, si es que vivimos, la
espera de una riqueza que creemos nos merecemos.
Entre la inocencia del niño, que recomendaba a la abuela
caminar hasta el final del arcoíris, y nuestras ansias de miseria humana hay un
trecho muy largo, es más bien un abismo insalvable.
No pretendo negar la necesidad del dinero, porque éste es
muy necesario. Pero vivir una vida enfermiza anhelándolo el mismo para luego
derrocharlo; que es, por lo general, lo que hacen las plañideras de la
menesterosidad. Ya que, no tienen ni un fin ni una meta productiva para ese
dinero que anhelan que se merecen.
Confundir la necesidad monetaria con una vida inauténtica,
es un problema existencial o tal vez in-existencial. Una vida de la nada. Una
vida que no avanza, que no es productiva, ni sabe ni le interesa apreciar lo
productiva que ésta puede llegar a construirse.
Referencias:
Twitter: @obeddelfin
Email: coasfiobeddelfin@gmail.com
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