Las empresas,
en los últimos años, se han destacado por la elaboración de códigos y
declaraciones de principios. Este hecho es uno de los signos de la conmoción
ética en los negocios. En nuestros días, se ha alcanzado de manera manifiesta una
amplitud y una nueva significación en estos códigos internos, que formulan reglas
de conducta que deben ser respetadas en el ámbito corporativo.
La élite gerencial
ve en estos códigos un medio muy eficaz para hacer progresar los
comportamientos éticos en la empresa, por ello la inversión realizada en los
mismos. Tales códigos van junto con la ambición de las firmas corporativas, los
derechos y los deberes de cada sujeto con respecto a los clientes, a los
competidores o a los poderes públicos; ya que se precisa la adopción de conductas
determinadas ante situaciones concretas, por ejemplo, el acoso sexual, el abuso
del poder…
Algunas
empresas, para dar consistencia a sus modelos éticos, hacen participar a sus
empleados en la construcción éstos; por lo cual se comprometen a no transgredir
tales normas. Otras organizan, es lo más común, ciclos de formación en los que
se comentan e interpretan los principios éticos. De este modo, las
corporaciones se adjudican una vocación digna, un objetivo noble que supera lo
exclusivo de la ganancia, asume una ética que es capaz de aportar un sentido a
la actividad económica, o un sentido más allá de lo económico.
Por ello, las corporaciones
proclaman su preocupación por los valores. Con esto hacen que los empleados, y
no empleados, sientan tales valores como factores de adhesión y de dinamización
de su labor, de su interés por la corporación. Ya que éstos no son simples
imperativos incondicionales o instrumentos jurídicos que permiten establecer una
mera responsabilidad interna o externa de la empresa. Sino que lo hace parte de
ella. Funcionan como un principio de identidad.
Los códigos éticos
no son meros idealismos. Pues, éstos se fundamentan en la certeza de que la
ética es esencial para el éxito comercial y financiero de la empresa. La
gerencia considera que la moral contribuye al éxito de la corporación. La
empresa ética se basa en la moral, en el interés bien concebido. Lo que caracteriza
a este modelo de empresa es la instrumentalización utilitarista de la ética en
los negocios. La rentabilidad de la ética.
Las corporaciones
se abocan o expresan en sus propósitos los desafíos del liderazgo, de la calidad
total, de la mejora de la productividad… Donde el sistema de valores rige tales
acciones. Los códigos empresariales formalizan las obligaciones y los derechos
de cada parte; los objetivos del progreso, los grandes ideales que dan sentido colectivo
a la empresa. En este sentido, la dimensión ética evita el acento moralizador.
La ética corporativa
privilegia la adhesión de los empleados mediante la expresión de una voluntad
colectiva compartida. Esto se da, por una parte, por medio de una voluntad de bonificación
moral de los comportamientos dirigida a cada uno; por el otro, por un contrato
social abierto poco directivo en detalles para los individuos, el cual implica
las opciones fuertes de las convicciones de la empresa.
Existe una
creencia empresarial en la eficacia de los valores. Que está dirigido a un
estado de responsabilidad y de implicación del personal mediante la vía
cultural, distinta de la visión empresarial tradicional iniciación-sanción. La
empresa ya no plantea una ley rígida e invariable. Por lo contrario, se da prioridad
a la función de un debate en tanto acción colectiva. De éste se establecen constituciones,
credos y proyectos de empresa que son revisados periódicamente, y adaptados al
contexto inestable y multidimensional del mundo económico. La ética corporativa
es una ética aproximativa y rectificada. Pues, por una parte, se da el rigor compartido
de los principios; por el otro, la flexibilidad pragmática. Una figura del
proceso de secularización de la moral.
Tal fenómeno se
establece en la tradición democrática aplicada en la empresa. Donde corresponde,
supuestamente, a los empleados determinar la deliberación racional de sus
valores y finalidades. El homo
democraticus es el que ahora inspira la actividad de la empresa. No
obstante, el dispositivo democrático, puesto en los valores corporativos, es el
que celebra la unanimidad en detrimento de la diversidad, la cohesión social en
detrimento de la oposición, la legitimidad consensual en detrimento de la
legitimidad conflictiva. Es lo que intenta salvar el hacer empresarial.
Lo justo se
plantea como la identificación de la cooperación de todos, sinergia lo denominan. Deja por fuera el efecto del conflicto y el
reconocimiento de la diferencia de intereses y puntos de vista. La adhesión
colectiva y solidaria se produce la participación en los valores del grupo. En
este sentido, el referente ético corporativo se constituye sobre una comunidad
homogénea y sin discordancias, denegando el principio de la multiplicidad. Aunque,
se insiste en la permanencia de éste, como proyecto de la individualidad y la
persona.
La ética de la
empresa enaltece el espíritu de responsabilidad y de la excelencia total; más
que el del deber y la obediencia a la ley. La moral corporativa afirma la
adecuación de las aspiraciones individuales y del éxito colectivo; la armonía
de los intereses particulares y de la competitividad. La ética empresarial, en
este sentido, se une con las inclinaciones humanas de la responsabilidad, con
el desarrollo personal, con el progreso social. De este modo, se conjuga la
eficacia y el interés material.
La
preocupación ética ya no aparece como un obstáculo o un freno a la eficacia
económica, actualmente es un absurdo pensar tal cosa. La empresa ahora tiene la
vocación de interrogarse sobre los fines y la moralidad de los medios. Los
valores se han incorporados a la gestión empresarial como un fin ideal e
incondicional. La ética es un medio económico, un instrumento de gestión
gerencial.
La ética
corporativa da primacía a los valores morales. De este modo, la ética se
convierte en un auxiliar eficaz de lo económico. Tal conversión requiere del
deber economizado en la pureza de corazón, mediante la instrumentalización de
la virtud que promociona. La ética de los negocios aparece como una figura
ejemplar del mundo contemporáneo, que libera a la obligación del peso de la
abnegación y de lo desinteresado.
La ética
empresarial se desarrolla en un discurso de gestión de contenido explícitamente
moralista. Los consultores plantean a las corporaciones la idea de que la clave
del éxito se denomina coraje, integridad, lealtad, perseverancia, preocupación
por el bienestar del otro, en este radica el nuevo liderazgo. De esta manera, se
asegura que la rectitud moral, a largo plazo, compensa que el gerente y los
empleados deben comportarse siempre de manera honesta y respetar sus
compromisos para con la empresa y los otros.
No se trata de
dar consejos racionales para la gestión de los recursos humanos. Se trata de armar
moralmente a los gerentes y directivos, de transformar mediante los valores el
espíritu del liderazgo. Ahora, los consultores intervienen en la empresa para
profundizar el carácter de quienes forman parte de ella, para desarrollar el
conjunto de las inteligencias múltiples, para reforzar el coraje sin el cual no
hay gestión auténtica y eficaz. Se busca mejorar las actitudes y las
conciencias, educar las voluntades, desarrollar el apetito de mejoramiento de
los empleados, inculcar el deseo de calidad, trabajar en la expansión del
espíritu; el éxito pasa a través de la transformación de uno mismo; lo cual
repercutirá en el éxito de la empresa.
Se mezclan
consejos prácticos e imperativos superiores, espíritu de eficacia y exigencia espiritual,
gestión y existencia. La ética empresarial ha captado el espíritu de la época. No
obstante, en muchos casos, la sustancia del discurso no tiene ninguna
importancia, todo es equivalente, todo se vuelve legítimo apenas se invocan los
valores. Acá se corre el riesgo de la estafa, de los blacamanes de oficio, de
quienes solo venden oropeles, vidrio por piedras preciosas. Ya que, hoy bajo el
anuncio de la ética creen que todo puede venderse.
La época
coincide con cierta moda que ha logrado asumir una dimensión moral, que convierte
en ingenio de circo a los valores por medio de seminarios de desarrollo, test
de ética… Que promueven una moda ética sin sustancia para la empresa. Donde apenas
cabe el encanto ornamental de las apariencias, de la lógica de la seducción que
actúa bajo el signo de lo nuevo y el cambio, de la identidad y la búsqueda de
uno mismo.
En esta época donde
las determinaciones estables se confunden, todo resurge (la tradición, lo
sagrado, la moral) utilizado como un instrumento de búsqueda de identidad para
una gestión, aparentemente, colmada de sentido. En esta cultura desestabilizada
que busca renovaciones aceleradas y promesas de eficacia se recicla la
tradición en novedad; se hace metamorfosis de los ideales como afirmaciones de
identidad. Tales ilusionistas reproducen vacuamente la preocupación del
sentido, la preocupación de la eficacia, la preocupación de sí mismo, en un sincretismo
esotérico que ambiciona sentido.
En medio de
esto, la empresa busca satisfacer las esperas y demandas legítimas de la
sociedad, desde el momento en que determinados problemas críticos están
identificados con sus valores. De allí, que la preocupación por el bien público
y los deberes hacia la comunidad se han convertido en parámetros constitutivos
de lo corporativo; son temas enseñados en las escuelas de gerencia. Se trata de
reformar los principios y las prácticas de la empresa, en el camino permanente
y regular del respeto a las normas morales. Tal es el sentido, se afirman un
conjunto de principios que dotan a la empresa de una orientación moral continua
y constitutiva.
La
preocupación moral coincide con la identidad de la empresa. Para ser excelente
la empresa debe afirmar su un ideal superior a las normas morales. Someterse a
sus propios principios. Las reglas morales la conforman como una auto-institución.
La ética de la empresa resulta de una deliberación y de una intención explícita
sobre el fondo de los valores comunes recibidos. La personalidad moral de la
empresa se construye.
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