Las fallas en
nuestra organización funcional pueden darse en nuestro hacer personal,
profesional, laboral, organizacional, empresarial… Porque todo nuestro
pensar-hacer es una organización funcional, aunque éste no esté planificado. No
obstante, los éxitos o fracasos que alcancemos devienen de si nuestra
organización funcional es eficiente o no. Expondremos varios aspectos, aunque
nunca serán todos.
La primera falla es la DISPERSIÓN Y
CONSECUENTE PÉRDIDA DE AUTORIDAD DE MANDO. La pérdida de nuestra autoridad funcional
nos lleva a la merma para controlar el funcionamiento de nuestro pensar-hacer,
nos volvemos erráticos, deficientes e ineficaces. Así mismos, adquirimos una
minusvalía funcional en nuestras relaciones. Ya que, comenzamos a manejar
nuestras situaciones de manera torpe, distraída, porque perdemos el control en el
funcionamiento de nuestros inteligencias.
Segundo
aspecto es la SUBORDINACIÓN MÚLTIPLE. Si en nuestra organización funcional tenemos
dificultad para determinar la distribución de prioridades, esto nos trae los problemas
para limitar nuestras responsabilidades. Como dice Covey, sino sabemos
determinar lo que es importante y lo que es urgente esto nos lleva a una
pérdida de tiempo y a confusiones imprevisibles. Igualmente nos hacemos
erráticos, desacertados en nuestra tomas de decisiones. Todo nos parece que
tiene igual importancia. Por lo que, no podemos ni sabemos definir que va
primero, ni en cual orden de prioridades debemos actuar. Estamos en una
situación de confusión. Tenemos que aprender a subordinar cosas, para así
establecer escalas de prioridad eficientes.
Tercer
elemento que debemos considerar en nuestra organización funcional, es la
TENDENCIA A LA COMPETENCIA DE ESPECIALISTA. Esto es, todo lo sabemos hacer,
somos excelentes en todo. Tal cosa es falsa. Según nuestra inteligencia
múltiple nos desenvolvemos adecuadamente en algunos ámbitos, es decir, tenemos
fortalezas para algunas cosas, para otras no. Sabemos hacer algunas cosas
inteligentemente, para otras somos torpes. Por ejemplo, para futbolista derecho
no es recomendable que patee a la portería con la pierna izquierda, porque lo
más probable que falle la oportunidad de gol. Así somos con nuestras
inteligencias. Somos especializados, por decirlo de alguna manera, en
determinadas actividades, por lo que no podemos imponernos en nuestras funciones
a hacerlo todo. Debemos delegar, para enfocarnos en los problemas que estamos
inteligentemente preparados para resolver; en lo demás buscamos ayuda. Sin
orgullos tontos.
Un cuarto
aspecto a considerar es la TENDENCIA A LA TENSIÓN Y A LOS CONFLICTOS. Esto se
da cuando somos uno de esos criticones, todo lo sabemos y en todo nos metemos,
sin que nadie nos llame por supuesto. Damos opinión sobre lo divino y lo
profano. Con lo cual generamos tensiones y conflictos a nuestro alrededor, que
poco a poco nos pasa factura. Nos convertimos en sujetos tóxicos. Estamos en
una permanente competencia. Por lo cual, la visión de conjunto de nuestra vida,
es decir, de nuestra organización funcional. Esto nos lleva a una permanente
divergencia, y una multiplicidad de objetivos, que por lo general, son
antagónicos. Producimos por ensalmo tensiones
y conflictos con nosotros mismos y con los demás. Somos cuestionadores vacuos y
sin sentidos. Después apelamos a que somos unos incomprendidos y terminamos en
que nadie nos trate. Nos lo ganamos.
El quinto
aspecto a considerar es la CONFUSIÓN EN CUANTO A LOS OBJETIVOS. Cuando estos
nos pasa hemos perdido la brújula y con ella el rumbo. No sabemos qué es lo que
queremos. Al poseer una brújula defectuosa vamos sin sentido, nuestro
pensar-hacer es errabundo. Uno cosa o la otra nos es igual, ya que no están ni
definidos ni determinados nuestros objetivos. Todo es igual al mismo tiempo. No
sabemos exactamente qué hacer, la vida se nos vuelva algo gris. No sabemos a
dónde dirigirnos, estamos como Alicia en la encrucijada. Queremos ir a algún
lugar pero cualesquiera nos dan igual. Sin objetivos, las metas se vuelven
difusas, borrosas, inmateriales. Caemos en la molicie. Somos parte del
problema. Queremos hacer todo y nada. Somos una paradoja.
Para superar
la anterior falla funcional debemos plantearnos OBJETIVOS CORPORATIVOS. Es
decir, debemos plantearnos objetivos que contribuyan al éxito de nuestra
empresa, de nuestro emprendimiento, de nuestro pensar-hacer. A eso que nos
hemos propuesto hacer en la vida y que responde a las destrezas de nuestra
inteligencia múltiple. La administración de de nuestros objetivos no es un fin
en sí mismo, es una manera de apoyar las metas que nos hemos planteado.
Asimismo, debemos proponernos OBJETIVOS FUNCIONALES. Que contribuyan a mantener
nuestros recursos, en todos los sentidos, a un nivel apropiado a las
necesidades de nuestra organización funcional. Debemos hacer una administración
personal que se adecua a nuestras necesidades produciendo las mayores ganancias
de los recursos que poseemos.
Asimismo,
debemos plantearnos OBJETIVOS SOCIALES. Esto quiere decir que debemos responder
a los desafíos sociales a partir de una ética coherente. Con ello reduciremos
las tensiones y las demandas inadecuadas a nuestros fines que la sociedad
ejerce sobre nuestro pensar-hacer; si no hacemos frente a tales tensiones
terminamos por disminuir y fulminar nuestra organización funcional. Ya que
tales demandas que no son adecuadas a nuestras metas van ganando terreno en
nuestro hacer, y terminamos por enajenarnos en ellas. Terminamos siendo otro.
Nuestra personalidad se fortalece en la medida que nos planteamos objetivos
sociales, es decir, objetivos éticos.
Los anteriores
objetivos desembocan en la propuesta de OBJETIVOS PERSONALES. Necesitamos tener
presente que cada uno nosotros es integrante absoluto de la organización
funcional que nos hemos planteado. Por lo cual, aspiramos a lograr metas
personales legítimas. Reconocemos, entonces, que una de nuestras funciones es
apoyar las aspiraciones que nos constituyen, que nos hemos propuesto, las
cuales configuran nuestro hacer. Los objetivos personales nos hacen ver como
sujetos de acción. Como sujetos de nuestra propia autonomía.
Tales
objetivos nos llevan pensar en función de una justicia organizacional, que
tiene efectos más allá de las actitudes, del compromiso y del esfuerzo). Se
trata que apreciemos nuestra sustantividad y los efectos que ésta tiene en
nuestros logros. Esto nos lleva a tratarnos con equidad y plantearnos, por una
parte, una JUSTICIA DISTRIBUTIVA, esto es, a darnos los incentivos necesarios
para seguir adelante. Por otra parte, proponernos una JUSTICIA PROCEDIMENTAL,
es decir, determinar los procedimientos por medio de los cuales adoptamos las
decisiones para distribuir nuestros incentivos.
Podemos
plantearnos nuestra organización funcional desde tres enfoques. El primero, el
ENFOQUE FUNCIONAL, éste lo orientamos a integrar la razón de nuestro ser; la búsqueda
de relaciones equitativas, flexibles e integradas para aumentar nuestra productividad,
mejorar nuestra eficacia, para asegurar los compromisos en el cumplimiento de nuestros
objetivos. El segundo, el ENFOQUE ORGANIZATIVO. Con éste buscamos dar la calidad
a lo que estamos haciendo; intentamos conciliar nuestras necesidades con los
objetivos planteados. Usamos instrumentos, herramientas y programas para el
desarrollo y cumplimiento de nuestro hacer exitoso. Por último, el ENFOQUE
ESTRATÉGICO. Lo concebimos como una función de asesoramiento de las estrategias
necesarias, para fomentar una organización de aprendizaje capaz de cumplir exitosamente
las metas propuestas.
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