Cuando en
nuestra vida determinamos nuestros propósitos y principios, en ese momento,
reconocemos que una forma eficaz de tratar a las personas es hacerlo de la
misma forma como queremos ellas nos traten a nosotros, esto es, como un reino
en sí ha dicho el filósofo de Königsberg.
En este en
reino en sí, individuos, empresas u organizaciones, disfrutan de seguridad,
guía, sabiduría y poder. Por tanto, la fortaleza que se genera de y en uno
mismo proviene de comprender cuáles los principios y la práctica que de mi vida
quiero llevar a cabo. Si la práctica de mi vivir es mi
qué hacer, mis aplicaciones y mis circunstancias concretas en un mundo de
acciones prácticas. La comprehensión necesaria de mis principios, valores,
objetivos son el por qué de los
elementos sobre los cuales construyo mis aplicaciones o prácticas de vida.
Cuando vivimos
a través de prácticas sin principios tendemos a depender de otros para obtener
un ulterior reconocimiento, una instrucción, una orientación que no se genera
en nosotros mismos, sino que nos viene de afuera. El desafío personal consiste
en ser, entonces, una brújula propia, en ser un modelo de mí mismo, y no un
crítico destructivo de mí y de los otros. Por el contrario, ser un edificador.
Otro aspecto
que nos da una vida sin reflexión propia es que nos convertimos es seguidores
de los enfoques instantáneos, inmediatos, de las fórmulas banales del
desarrollo personal. Por el contrario, una vida reflexiva nos lleva a aumentar nuestra fortaleza
cognitiva-emocional para analizar y romper con un pasado que nos puede estar
atando a unas posibles pseudoverdades, a impulsarnos y sobrepasar viejos
hábitos, cambiar paradigmas caducos o erróneos. Una vida reflexionada nos
permite alcanzar grandeza y eficacia personal e interpersonal.
Pues al ser
sujetos independientes nos conformamos en una interdependencia real y eficaz
con las otras personas. Para ello debemos desarrollar nuestra empatía y nuestra cooperación,
ya que mis esfuerzos estarán centrados en ser
proactivo y productivo en correlación con los otros.
Para llevar a cabo este desarrollo
personal debo, en primera instancia, establecer una relación sincera y abierta
conmigo mismo. Lo cual generará un nivel de confianza en mí mismo, que se
proyectará en mis relaciones personales. La confianza se basa, en primer lugar,
en el reconocimiento de uno mismo; de esta se genera el carácter de lo que uno
es como sujeto, se desarrolla y establece la capacidad que uno tiene para
emprender o hacer algo.
Si uno tiene confianza en su carácter pero
no en su capacidad, no confiará en sí mismo. Los otros, en el ámbito laboral,
tampoco confiaran. Muchas veces perdemos gradualmente nuestra confianza
personal y profesional, y caemos en la rutina hasta convertirnos en sujetos
obsoletos para nosotros mismos, y para los otros.
Por otra parte, si nos pensamos como
carentes de carácter y de capacidad no nos consideraremos digno de confianza,
ni demostraremos demasiada sabiduría en nuestras opciones y decisiones. De allí
que debemos lograr progresos relevantes y significativos en nuestro ser y hacer
personal-profesional, para que de esta manera ser dignos de confianza en
nosotros mismos y en los otros.
El despliegue y desarrollo de la confianza
personal conlleva al tránsito hacia la confianza interpersonal. Pues una se
basa en la otra. La confianza personal es el cimiento de la confianza
interpersonal. La confianza puesta en el otro abre posibilidades emocionales
sinceras entre, por lo menos, dos personas; lo cual les permite a ambos establecer,
como dice Covey, un acuerdo yo gano-tú ganas en un proceso de cooperación.
Cuando dos personas confían mutuamente
entre sí disfrutan de una comunicación sincera, de identificación mental y
afectiva, de cooperación y se establece una interdependencia productiva. Ambas
equilibran sus potencialidades y fortalezas. De este modo, se formulan y
cumplen compromisos mutuos que hacen crecer la seguridad de cada uno, al
mejorar solidariamente las habilidades
propias en la construcción de relaciones de confianza.
En la búsqueda del mejoramiento personal,
el sujeto reflexivo se educa no sólo en y por sus propias experiencias. Atiende
al mundo, lee, se capacita, toma clases, escucha a los demás, aprende a través
de sus sentidos y la razón. En el proceso de aprendizaje la curiosidad es
importante, pues ésta lleva a formular preguntas constantemente. En el
aprendizaje se amplían competencia, se desarrollan nuevas habilidades o
habilidades que estaban latentes; se abre la capacidad de formular y hacer
cosas. Se crean nuevos intereses. Asimismo, se aprende a efectuar y cumplir
promesas, a cumplir compromisos. A desarrollar la confianza.
Esta confianza en mí mismo y en el otro se
construye a partir de principios firmes, aunque no absolutos; se considera la
vida como un hacer constante, como fuente nutritiva en la cual se está dispuesto
y preparado para atenderse a sí mismo y al otro. Pues se desarrolla el sentido
de responsabilidad, de colaboración, de atención al mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario