La gerencia compulsiva
es el resultado y el producto de lo no planificado. De la ausencia de una
planificación mínima. De lo que va saliendo como puede. Además, contiene en sí
al gerente que quiere todo para ayer. Porque éste cree que con esa actitud va a
solucionar la falta de previsión y planificación.
Por el contrario,
la agrava; pero a él no se le puede decir nada. Porque, además, de no
planificar es estúpido. Y todo estúpido actúa compulsivamente en un intento de
enmendar la cagada que ya ha puesto.
Este tipo de
gerencia siempre está, y permanece, en el vamos hacer. Nunca hace. Y no puede
hacer nada porque no planifica. Todo es compulsivo, el inicio y el final, que
es corto.
Irse de pronto
para la playa con los amigos puede ser una experiencia espontanea del carajo, y
de allí el dicho de que lo espontáneo es lo mejor. Pero una operación a corazón
abierto o la construcción de un rascacielos tal vez no lo sea.
Imaginemos a unas
de esas personas que ama lo espontaneo, lo que se hace emocionalmente, que de
pronto un medico le diga que hay que someterla a una operación. Que no se preocupe
que el día de la operación van resolviendo como se puedan. O esa misma persona
va a comprar un apartamento y el vendedor inmobiliario le diga que en los cálculos
estructurales de ese edificio se hicieron de manera espontánea, a veces el
ingeniero otras veces la secretaria de la oficina, quien iba llegando le iba
metiendo mano al cálculo. Y que la construcción del edificio fue algo semejante
con lo que iban consiguiendo lo fueron construyendo.
Tal vez no le
guste mucho ninguna de las dos propuestas, aunque sea muy amante de la
espontaneidad. Porque él quiere una operación con todo planificado, y el
edificio donde va a vivir que no sea una chapuza ni de ingeniería ni de arquitectura.
Tal vez ahí no se
queje de los que él llama cabeza cuadrada.
Así pasa con un
mínimo de la gerencia. Se espera que tenga por lo menos un poco de sentido
común y de previsión, para saber que se tiene que hacer a mediano plazo, en los
próximos tres meses por lo menos.
Que la gente la
cague no es el problema, sino que el personal se vea envuelto en esa cagada es
lo preocupante. Porque la no planificación arrastra al personal, y lo más
probable es que sea a ese personal al que se le eche la culpa porque la vaina
no funciona.
Porque el guevón es
siempre el que la va a pagar, téngalo por seguro.
Luego vienen los
de las ideas brillantes, esas que resplandecen hasta cegarlo a uno.
Un carajo me
decía que él le había enviado una propuesta a un ministro, una propuesta del
carajo, redonda. Donde le planteaba la necesidad de implementar o activar ese
eje que hay entre los museos para que los artistas vendieran sus piezas, que se
diseñaran unos quioscos bien diseñados, hasta se podía llamar a concurso para
esos diseños.
Yo lo miraba y
pensaba: Éste es otro guevón que se cree que se la está comiendo.
En eso le dije:
—Eso es plata. Tú
le estas enviando al ministro una propuesta donde tú no pones nada y quiere que
te den plata.
Este carajo es el
eterno pedigüeño que no aporta nada, que no propone una solución sino un problema.
Y cree que está botado.
Como el mendigo
que pasó cuando yo estaba comprando unos caramelos en la calle, que cuestan 1
bolívar cada uno. El mendigo le pide al vendedor y éste, que está en esa verga
desde la 8 de la mañana porque yo lo veo cuando paso a esa hora, saca dos
billetes de 10 bolívares y entiende la mano para darle los billetes. El mendigo
le dijo que esos billetes no valían nada y no se los recibió.
Una patada por
ese culo provocó darle al comemierda.
Así actúa el
carajo de la supuesta propuesta. Él no está haciendo ninguna propuesta, lo que
está es mendingando con la misma arrogancia del mendigo de mierda.
Una propuesta es la
búsqueda de una solución. No enredar el papagayo, para ver que recojo en río
revuelto.
La vaina es
arrecha cuando uno no entiende lo que está haciendo y cree que está volando. La
estrellada va a ser de la puta madre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario