¿La mayoría de nosotros estamos tras la búsqueda de algo? ¿Deseamos
algo? Particularmente, deseamos algo cuando nuestro mundo se vuelve un
desasosiego; entonces procuramos hallar cierta felicidad, algún tipo de paz que
nos tranquilice. Por lo menos deseamos algo semejante a eso.
En estas condiciones resulta importante averiguar ¿qué es,
en verdad, lo que intentamos encontrar? La mayoría de nosotros decimos que
buscamos la felicidad o la paz, por ejemplo. Aunque no determinamos de qué tipo
serán éstas. Tal cosa se da porque vivimos en un mundo, exterior e interior, sacudido
por disturbios, guerras, contiendas, luchas. Por lo cual, deseamos un refugio
seguro donde podamos tener algo de tranquilidad.
Casi todos deseamos algo así, eso es cierto. Para
encontrarlo, muchas veces, vamos de un dirigente a otro, de una organización a
otra, de un instructor a otro. Vamos buscando algo afuera. Antes señalé que
buscamos la felicidad, o tal vez simplemente buscamos alguna clase de
satisfacción, la cual llamamos felicidad. Entre felicidad y satisfacción hay
diferencias como todos sabemos, pero eso será asunto de otro artículo.
Lo que me interesa acá es la pregunta sobre ¿qué es lo que
buscamos? Porque muchas veces no sabemos lo que buscamos, aunque escudriñamos insistentemente
algo. Por lo general, nosotros pretendemos buscar satisfacción o lo que deseamos
es estar satisfechos; tener esa sensación de plenitud que da al final una búsqueda
exitosa, de una tarea bien realizada... Con eso nos es suficiente.
Lo importante es que buscamos algo. Por eso vamos a reuniones,
nos sentamos a oír una charla, una conferencia. Estamos interesados en alguien
que nos parece dice algo interesante. De allí, que es interesante preguntarnos:
¿Por qué escuchamos a un orador determinado? ¿Por qué nos tomamos la molestia
de ir a algún sitio para ver y oír? Y
además, ¿Qué es lo que escuchamos?
En muchas ocasiones, vamos de un conferenciante a otro,
porque procuramos hallar solución a nuestras dificultades, o tratamos de hallar
la causa de nuestra perturbación, de nuestra miseria. En este ir y venir de un
lugar a otro, de un conferencista a otro, debemos exigirnos a nosotros mismos la
claridad de nuestra indagación.
Podemos consagrarnos en cuerpo y alma a alguna causa, a una
idea y hallar en ella un refugio. O podemos apartarnos del mundo, procurar el
aislamiento que nos libere de los conflictos de la gente que nos rodea. Sin
embargo, ¿resuelve esto nuestro problema? O debemos ciertamente descubrir ¿qué
es lo que realmente queremos? Tanto en lo íntimo como en lo externo.
Si llegamos a ver esto de manera clara, tal vez no necesitemos
ir ninguna parte o recurrir a ningún instructor. Porque lo más probable es que nuestra
dificultad inicial estriba, en primer lugar, en que tenemos que aclararnos a nosotros
mismos ¿Qué es lo que buscamos? Y ¿Para qué lo buscamos?
Porque sin esa claridad, nuestra indagación intentará averiguar
lo que otros dicen, sea el más elevado instructor o la más excelente
organización, sobre algún remedio a nuestro conflicto o a la miseria de nuestra
vida, esto será un esfuerzo un tanto perdido. Porque solo creeremos que hemos
encontrado algo que nos satisface o que hemos hallado lo que deseamos. Y podemos
permanecer cristalizados y encerrados en tal creencia.
Debemos preguntarnos, de un modo realmente serio y profundo,
si alguien puede darnos la paz, la felicidad o lo que sea que buscamos. Ahora
bien, esta búsqueda incesante en lo exterior ¿puede brindarnos ese sentido de
realidad que anhelamos? O ¿necesitamos comprendernos a nosotros mismos? El
conocimiento propio nos llega mediante una búsqueda, pero se da ¿siguiendo a
alguien? ¿Perteneciendo a una determinada organización?
Tal vez, nuestro problema es que no buscamos entendernos a nosotros
mismos; y, entonces, toda nuestra búsqueda es en vano. Podemos refugiarnos en
ilusiones, podemos huir de la contienda, de la lucha, de la brega; podemos
adorar a otro ser; podemos esperar nuestra salvación de otra persona. No
obstante, mientras seamos ignorantes de nosotros mismos, mientras no nos demos
cuenta del proceso total de nosotros mismos, no tendremos fundamentos para
nuestro pensamiento, para nuestro afecto, para la acción que se genera por
nosotros.
De allí, que lo primero que debemos desear es conocernos a
nosotros mismos. Pues, este parece ser el único fundamento sobre el cual
podemos construirnos y construir nuestras relaciones. Así antes de poder
construir, de poder transformar, antes de poder condenar o destruir, tenemos
que saber lo que somos.
De modo, que si buscamos afuera al emprender la búsqueda y
contactar instructores u organizaciones es cosa inútil. Pues carece de sentido,
aun cuando a quienes seguimos nos digan: «debes conocerte a ti mismo». Porque
nuestro mundo, nuestras experiencias, nuestras vivencias son lo que somos
nosotros. Si somos mezquinos, vanos, codiciosos esa es la personalidad que construimos,
ese es el entorno que recreamos; esa es la casa en la cual habitamos.
Antes de emprender la comprensión de la realidad del mundo,
antes de actuar, antes de tener relación con otros, resulta esencial que
empecemos por entendernos a nosotros mismos. Porque esto es asunto serio y necesario.
Si no nos entendemos a nosotros mismos, ¿cómo podemos actuar con nosotros
mismos? O ¿cómo podemos construir una convivencia productiva? Pues nuestro
propio conocimiento es parte de la convivencia.
Es necesario estudiarnos, estar atentos a toda palabra nuestra
y a las respuestas que ellas provocan, vigilar todo movimiento de nuestro
pensar-hacer y del sentir; observar conscientemente nuestras respuestas
corporales, sea que actuemos movidos por nuestros centros corporales o por alguna
idea.
Observar cómo respondemos a las situaciones cotidianas, a
esas cosas que nos parecen intrascendentes, pero que nos conforman. Debemos ahondar
seriamente en esta cuestión. No de forma esporádica o cuando todo lo demás ha
fracasado y nos hemos fastidiados. La búsqueda de nosotros mismos es algo
fundamental para llegar a comprender nuestra totalidad y la totalidad con los
otros.
Referencias:
Twitter: @obeddelfin
No hay comentarios:
Publicar un comentario