¿Cómo nos ven
los demás? Es una pregunta interesante, porque involucra muchos elementos de
nuestra personalidad. Algunos podrían personas que hacemos la pregunta por inseguridad
hacia nosotros mismos; baja estima dirían. Otro aspecto, sería mera curiosidad
personal. Porque puede ser que nos interese, en un momento dado, eso que
proyectamos de lo cual no nos hemos percatado antes. La pregunta inicial
conlleva a esta otra: ¿Qué imagen proyectamos?
¿Proyectamos
la imagen que realmente creemos que proyectamos? ¿O es que no sabemos cuál
imagen proyectamos? No saber cómo nos ven los demás es algo muy común. Porque
nunca indagamos al respecto, o ingenuamente nos sumimos «en el no me importa» o
«yo soy yo». Si permanecemos en una zona gris tales preguntas poco importan. Ya
que en tal zona no hacemos nada, estamos en la inacción. Sin embargo, cuando
deseamos o empezamos a proyectarnos a realizar algún tipo de actividad la
pregunta adquiere relevancia.
Adquiere
importancia porque ¿qué pasa cuando queremos conquistar a otras personas? Me
refiero para la actividad que estamos empezando a realizar. En ese momento la
imagen que proyectamos importa. Por ejemplo, cuando vamos a buscar un empleo
queremos mostrar una imagen de ser competente para ese empleo. En este caso, va
a funcionar el principio de asociación imagen-oficio. Funciona en nosotros un
paradigma preestablecido. Y no es un asunto mediático o social. Así
funcionamos.
En las
relaciones interpersonales, la cosa es más intensa. Porque se puede generar
atracción o rechazo. El segundo es doloroso. A ninguno de nosotros nos gusta
ser rechazado. Todos queremos ser amados y aceptados, esa es una realidad. El
rechazo nos disgusta. Porque eso nos genera limitantes y hace que se desarrolle
una actitud de aislarnos. Puesto que, percibimos que no pertenecemos a ese
lugar. Y las otras personas pueden mostrarse hostiles o indiferentes hacia
nosotros. Sin embargo, para no temer el rechazo es necesario experimentarlo,
entenderlo hasta que te deje de afectar.
El problema
del rechazo es que estimula nuestros miedos más fuertes, y nos ocasiona
alteraciones mentales y emocionales. Con lo cual nuestra inteligencia
interpersonal e intrapersonal disminuye, ya que se produce un estado emocional
inadecuado. El problema del rechazo es nuestra respuesta emocional a éste. Porque
como dice Alexandre Jollien “Solo se perciben briznas de la angustia que sufre
el otro”. No obstante, la integridad personal, la seguridad en nosotros mismos,
y la paz que alcanzamos cuando entendemos que, no importa lo alguien diga o
haga contra nosotros, ser lo que somos está bien.
Cuando
logramos mantenernos emocionalmente equilibrados o distanciados del rechazo,
seremos capaces de manejar estas situaciones con más facilidad. La habilidad de
estar calmados y tranquilos cuando se produce el rechazo es un proceso de
aprendizaje. El cual comienza por borrar o desechar todas nuestras respuestas
emocionales que nos hacen infelices. Para ello, debemos aprender a identificar
la emoción que nos produce el rechazo, para comenzarla a amainar. Llegar a
tener bajo nuestro control y no que tal emoción nos desborde. Debemos
transformar nuestra frustración en determinación; convertir nuestros enojos y
miedos en poder.
El rechazo es
nuestra respuesta primaria a lo desconocido. No es algo personal. Rechaza o
porque no está interesado en nosotros o hay algo que no entiende sobre nosotros.
Cada rechazo debe convertirse en el trabajo para construir una fortaleza. Alexandre
Jollien nuevamente no señala “El arte de mantenerse en pie, de mantener el
rumbo supone un horizonte más feliz hacia el cual dirigirse”. Y les recuerdo
que el autor citado sufre de «Atetosis», que una discapacidad neuromotora, que
produce dificultades en la coordinación de movimientos.
Junto a la
pregunta que inicia este escrito. Podemos indicar otra pregunta que también es
relevante. ¿Por qué los demás tienen esa imagen de mí? Esta interrogante va a
buscar causas, algunas serán externas y otras internas a nuestra personalidad.
La indagación inicial está puesta en los otros, me pregunto por mí desde la
observación de aquellos otros. Y les puedo preguntar ¿Cómo me ves tú? ¿Qué
imagen ves de mí? Me pueden dar distintas respuestas. No obstante, ¿Por qué me
ven de esa manera? Es algo que nosotros transmitimos. Está en nosotros.
Estas
interrogantes es algo que debemos relacionar. Para tratar de descubrir cómo nos
vemos en el mundo. Por ser esto, parte de conocernos a nosotros mismos. Repito
cuando estamos en una zona inacción eso no importa mucho. Pero, cuando
comenzamos a movernos en procura de desarrollar una actividad, la imagen que
proyectamos es importante. Recordemos cuando nos gusta alguien queremos agradar
a esa persona, inicialmente, a través de nuestra imagen. Porque tal imagen nos
muestra al mundo.
La
imagen que proyectamos proviene de nosotros, es causada por nosotros. Por el
contrario, el rechazo está o viene del otro y nosotros no lo podemos controlar.
Sobre la segunda no tenemos gobierno posible; sobre la primera sí. Sobre
nuestra imagen podemos influir, modificarla, mejorarla. Proyectar lo que
deseamos proyectar, porque somos causa de ella. Somos el agente activo capaz de
mostrar lo que es y quiere ser. Y como dice Alexandre Jollien “el oficio de ser mujer, de ser hombre, el inevitable
arte de vivir a diario exige muchos recursos para convertir la vida en una
victoria”.
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