Simulacro (del lat. simulacrum) es imagen hecha a semejanza de algo. La imagen tiene
tres acepciones afines entre sí. A saber:
En
primer lugar, imagen es la representación de una cosa. La representación de una
cosa por medio de un signo o imagen, a través de la cual se mantiene una
relación interactiva entre ella y lo representado. “Ahora imaginemos que
colocamos junto a él la imagen del justo, un hombre simple y noble, dispuesto,
como dice Esquilo, no a parecer bueno, sino a serlo”[1].
Segundo,
constituye la réplica o simulacro de una cosa. Como una representación
sustantivada que compite ontológicamente con lo representado, lo sobrepuja,
elimina y sustituye finalmente, para convertirse en el único ser objetivamente
real. “Aquel presentimiento que referíamos de que, una vez que empezáramos a
fundar nuestra ciudad, podríamos, con la ayuda de algún dios, encontrar un
cierto principio e imagen de la justicia”[2].
La
primera y segunda acepción está relacionada con la producción y reproducción de
imágenes: iconos, ídolos o representaciones; ilusión ontológica. Que es la
fuente de la identidad, la cual asegura la continuidad y la permanencia, la
legitimidad, la moral y la aceptación por parte de los habitantes de la polis.
Tercero,
comprende una ilusión que confunde la réplica o el simulacro convirtiendo ésta
en una ficción. Como el atributo expositivo que le confiere su carácter de
reduplicación de la realidad. “Que se da con palabras una falsa imagen de la
naturaleza de dioses y héroes, como un pintor cuyo retrato no presentara la
menor similitud con relación al modelo que intentara reproducir”[3]. En
este aspecto, el simulacro como reino de la falsa apariencia; de la falsa
imagen, de la representación de la irrealidad convertida ésta en el espejo de
una indefinida reproducción. El simulacro que considera al mundo como un gran
teatro.
La
ciudad platónica es fundada aparentemente sobre un papel en blanco. No
obstante, ésta identifica la relevancia del acto de fundación. Puesto que,
“Como nosotros no entendemos de estas cosas, al fundar
la ciudad no obedeceremos a ningún otro, si es que tenemos seso, ni nos
serviremos de otro guía que el propio de nuestros padres; y sin duda, este
dios, guía patrio acerca de ello para todos los hombres, los rige sentado sobre
el ombligo de la tierra en el centro del mundo”[4].
La polis, tanto de República
como de Leyes, es ya un palimpsesto, sobre
el cual se vuelve a escribir otra página que no es del todo nueva, no está en
blanco por lleva en sí toda la tradición de las leyes, normas y religión, que
se expresan en imágenes urbanísticas que conforman la polis.
La polis de
República y Leyes es
una composición imágenes, que como tal es un diálogo que se despliega a sí
mismo; el cual necesita de interpretación y discusión, y en éstas el habitante
está implicado, lo quiera o no. Porque la ciudad muestra su propio sentido, su
significado.
La
ciudad, en tanto logos, está
relacionada con la producción y reproducción de imágenes, fija los límites de
la reproducción del mirar y el hablar. Muestra a cada cosa como es.
Porque el simulacro es representación de la Idea.
En este aspecto, la representación responde a una exigencia de precisión
ontológica. Porque tal precisión se presenta como exactitud e igualdad de los
justo. De quien habla y obra en la polis, el hacerlo con discernimiento es hablar y obrar con justicia.
Por eso el simulacro, en la polis platónica, remite a un
juzgar justo. Pues el discurso habla con justicia. “De modo que el hombre justo
no diferirá en nada de la ciudad justa en lo que se refiere a la idea de
justicia, sino que será semejante a ella”[5]. Hablar
y obrar con justicia remite a distinciones de una representación, a un
discernir en el logos. Porque “la mentira
expresada con palabras no es sino un reflejo de la situación del alma y una
imagen nacida a consecuencia de esta situación”[6].
El
simulacro es propiedad de la ciudad, y ella se repite en éste. La ciudad es fundada
en la imagen, porque la polis es ante
todo representación que representa. Simulacro y repetición es imitación y
participación del modelo que permanece inmutable.
El
simulacro y la repetición tienen, en la ciudad platónica, el fin de recomponer
y reconfigurar la polis original, que
se diluye por la relativización de la conducta que impide diferenciar lo que
está bien de lo que está mal, y la subjetivación del conocimiento que hace
imposible la búsqueda de la verdad. Es una finalidad antropológico-social en la
que el simulacro y la repetición son aplicadas por Platón.
La
ciudad platónica muestra la posibilidad de lo justo, de conocerlo y que pervive
independiente de las acciones del sujeto.
Era sólo en razón de modelo por lo que investigábamos
lo que era en sí la justicia, y lo mismo lo que era el hombre perfectamente
justo, si llegaba a existir, e igualmente la injusticia y el hombre totalmente
injusto; todo a fin de que, mirándolos a ellos y viendo cómo se nos mostraban en
el aspecto de su dicha o infelicidad, nos sintiéramos forzados a reconocer
respecto de nosotros mismos que aquel que más se parezca a ellos ha de tener
también la suerte más parecida a la suya; pero no con el propósito de mostrar
que era posible la existencia de tales hombres[7].
Desde
la representación se llega a la reminiscencia del paradigma, se es accesible a
éste porque todo lo sensible participa de él y lo reflejo. El simulacro se
entronca con la realidad conceptual, que con carácter impositivo determina al
individuo. Éste se siente obligado para con la ciudad.
La
ciudad es simulacro y repetición de lo ético, lo gnoseológico y lo ontológico. Ésta
constituye el habitar del hombre en esta triple dimensión. La polis es una forma de conocer, de
aprender, ya expresado por Sócrates en Fedro
230 d. El conocer lo constituye la relación entre hombre y ciudad. Fuera de
ella no es posible.
El
dualismo ontológico en la ciudad se hace piedra. La idea y la cosa, la razón y
los sentidos se convierten en imagen petrificada, que se transita, se hace modo
de vida. La ciudad es una dialéctica en la cual se representa el mundo de las
Ideas. La ciudad platónica es causa de perfección, porque en ella se
racionalizan los conceptos.
Porque nuestro régimen político todo resultó ser
imitación de la vida más bella y buena, que es lo que nosotros decimos que es,
en realidad, la más verdadera tragedia[8]
A
través del simulacro se asciende hacia la Idea. Pues todo lo racional que se da
en la representación se dirige a la razón. La ciudad es visión geométrica, es
representación de la esencia de los objetos del conocimiento. Porque tiene como
núcleo esencial los fundamentos ontológicos de todo saber.
La
estructura objetiva de la polis es
simulacro de la estructura de logos.
Es repetición de la estructura del campo eidético, de la cual forma parte como
imagen de las Ideas matemáticas. Que legitiman el orden de la ciudad
posibilitando el ethos de la comunidad. Ya que la estructura de la
ciudad es viable sí sólo está inscrita en la razón.
La ciudad nos pareció ser justa cuando los tres
linajes de naturalezas que hay en ella hacían cada una lo propio suyo; y nos
pareció temperada, valerosa y prudente por otras determinadas condiciones y
dotes de estos mismos linajes… Por lo tanto, amigo mío, juzgaremos que el
individuo que tenga en su propia alma estas mismas especies merecerá, con
razón, los mismos calificativos que la ciudad cuando tales especies tengan las
mismas condiciones que las de aquélla[9].
La ciudad es hechura del
filósofo, del artesano y del artista. En ésta confluyen la idea que existe por
naturaleza, el objeto hecho por el artesano, y la obra de arte por el artista que
es imitador de aquello de lo cual los otros son artesanos[10]. De allí que ella sea
simulacro y repetición de las Ideas divinas. Porque
No
somos poetas tú ni yo en este momento, sino fundadores de una ciudad. Y los
fundadores no tienen obligación de componer fábulas, sino únicamente de conocer
las líneas generales que deben seguir en sus mitos los poetas con el fin de no
permitir que se salgan nunca de ellas[11].
El simulacro es lo sujeta a los
hombres en lo común, en las creencias compartidas, en la creación de la
comunidad en su lucha por la continuidad. En este sentido, la ciudad y las Ideas quedan estructuralmente ligadas en el modo que
es constituida la politeía.
Una figura conveniente y
adecuada. La figura apropiada para el ser vivo que ha de tener en sí a todos
los seres vivos debería ser la que incluye todas las figuras. Por tanto, lo
construyó esférico, con la misma
distancia del centro a los extremos en todas partes, circular, la más perfecta y semejante a sí misma de
todas las figuras, porque consideró mucho más bello lo semejante que lo disímil[12].
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