NATURALEZA
DE LO SUBLIME
Es
propio de lo sublime expresar el conflicto entre la posesión de sentimientos
elevados, las desgracias e infortunios que sufren hombres y dioses. Por ello tal
sentimiento es máximamente padecido. Así, “cuando Homero nos presenta las
heridas de los dioses, sus discordias, sus venganzas, sus lagrimas, sus
cautiverios y sus pasiones de todo tipo, me parece que hace cuanto está en su
poder para convertir a los hombres de la guerra de Troya en dioses y a los
dioses, en cambio, en hombres”[1].
Lo
que conduce a lo sublime es la desgracia del hombre moral. Pues al ser éste
poseedor de pensamientos nobles y elevados cayendo en la desgracia es
arrastrado sin misericordia por el infortunio. Cuanto más elevadas son las
penas y los avatares del hombre virtuoso más sublime se expresa el sentimiento
en la obra poética.
El
poeta alcanza lo sublime al representar en toda su magnitud la pasión del
hombre enfrentado a las circunstancias de su existencia. Para pseudo Longino,
la Odisea no es sublime, pues Homero
realiza en ésta una descripción de la vida familiar, más acorde con la comedia
de costumbres[2].
Lo
sublime, por otra parte, no es propio de espíritus envejecidos. Porque falta en
éstos el calor y el ímpetu de la pasión; tales espíritus son más propensos a la
reflexión pausada que a la pasión desbordada. La Ilíada, en la que se advierte la escasez de episodios y
digresiones, es sublime porque está dominada por la pasión. La acción está en
constante movimiento sobrecogiendo a mortales y dioses.
La
adversidad y el infortunio, en la Ilíada,
se ciernen permanentemente sobre los personajes y las secuencias arrebatadas no
permiten el reposo del alma. El poeta:
No pone límite al terror en ningún momento, sino que él
describe más bien hombres que siempre y casi en cada ola están continuamente a
punto de perecer. Y, por otra parte, al obligar a reunirse a preposiciones
separadas por naturaleza y forzándolas a combinarse entre ellas, […] atormenta
el verso de la misma forma que el terror que cae sobre ellos[3]
Lo
sublime explora las pasiones hasta conmover lo irracional que hay en el alma.
La expresión sublime nace en el alma irracional, y a ésta se dirige porque en
ella se asienta la pasión. Por ello el poeta elige lo inesperado, lo
inexplicable, lo inaprensible por medio de la libre configuración de imágenes
arrebatadoras, que hacen que lo sublime irrumpa y remueva las emociones que
anidan en el alma.
El
sentimiento sublime se apodera del poeta, y éste lo encarna en el espectador
transformando el alma en pasión vital. De este modo, se adueña del alma la
alegría, el orgullo, el temor y es arrebatada por la narración poética. Lo
sublime se apodera del alma pulverizando “como el rayo todas las cosas y
muestra en un abrir y cerrar de ojos y en su totalidad los poderes del orador”[4].
Señala
el pseudo Longino, “lo sublime es como una elevación y una excelencia en el
lenguaje… Pues el lenguaje sublime conduce a los que escuchan no a la
persuasión sino al éxtasis”[5].
Es lo sublime expresión elevada que tiene su grandeza en la pasión del poeta.
Es
pasión lo sublime que seduce y arrebata el espíritu y no es indiferente a éste.
Tal arrebato seduce al alma y la remonta hasta el centro mismo de la acción
haciéndola participe de la narración poética.
Sólo
es sublime la pasión que conduce al alma hacia sentimientos elevados siendo su
recuerdo duradero e indeleble[6].
Lo sublime es la elevación del espíritu que puede alcanzar el éxtasis a través
del lenguaje excelso del poeta apasionado.
Lo
sublime es “un pensamiento desnudo y sin voz, por sí solo, a causa de esta
naturaleza de contenido, causa admiración; así el silencio de Ayante en la Nekyia es grandioso y más sublime que
cualquier palabra”[7]
Interioridad e intensidad del alma consigo misma, el recogimiento del alma en
sí es propio de lo sublime. El recogimiento del alma es producto de la fuerza
poética, no un movimiento de ella que deviene de un objeto externo.
El
poeta trata apasionadamente lo sublime, de allí la preeminencia de la grandeza
del alma; ya que el sentimiento sublime se establece entre las almas, en la que
el poeta pone su espíritu a modo de impronta. Esta interioridad sienta las
bases de la concepción moderna y contemporánea de lo sublime, en la que
prevalece el factor del recogimiento anímico.
La
naturaleza pasional de lo sublime convierte la estética del pseudo Longino en
una estética de la pasión, una estética pasional o emocional. Pues de ella
emerge y hacia ella está dirigida. Por ello precipita y antepone aprehensiones
y temores en el alma pasional o volitiva. Es movimiento pasional, es un estado
velado del alma opuesto a la razón, es la pura libertad emocional.
La
pasión de lo sublime reúne en sí emociones encontradas que producen, al mismo
tiempo, frío y calor, irracionalidad y sensatez, miedo y temor. Lo sublime
produce una multiplicidad de emociones[8],
un sentimiento confuso por el cual el alma se encuentra arrebatada en sí misma.
Lo
sublime es un arrebato perecedero. En el alma se manifiesta la brevedad de la
pasión a través de la superposición de imágenes que la seducen. El poeta arrebatado por lo sublime se eleva
hasta participar de lo divino y “de la grandeza espiritual de la divinidad”[9].
Conmueve
las pasiones más excelsas y los sentimientos más admirables. Él tiene su fin en
la emoción, puesto que busca conmover. Lo sublime es una emoción inaprehensible
e inexpresable que conduce al éxtasis[10].
Es
una emoción, una pasión desconcertada. El sentimiento sublime es una pasión arrebatada
y encontrada en sí misma, que se funda en lo volitivo. Lo sublime apela a la
pasión que reside en el alma volitiva, y a ésta está dirigido todo el esfuerzo
del poeta. En conmover y arrebatar toda emoción que en esta alma habita. Lo
sublime se asienta en lo volitivo, su incomprehensibilidad radica en que es
pura pasión.
Es
indeterminado, perplejidad emocional, lenguaje pasional. Lo sublime agrada
siempre y a todos[11].
La estética de lo sublime está fundada en la pasión. Lo sublime no pretende
trascender la pasión, pues ésta es su fundamento. La expresión y la
participación estética se fundan en el alma.
Es
arrebatamiento del alma, conmoción que arropa toda la plenitud del alma. Ésta
es llevada fuera de sí por la pasión, por el temor, la ira, el desaliento y
recogida nuevamente en sí por la pasión desbordada. En lo sublime el éxtasis es
intensidad, privación y arrebato. El éxtasis sublime es conmoción absoluta.
Lo
sublime es temporal. El poeta debe considerar el momento justo para producir el
efecto arrebatador, si éste no actúa en el momento adecuado lo sublime no es
alcanzado, y la expresión poética se convierte en algo fatuo y fútil. Lo
sublime necesita del tiempo, es perecedero.
Lo
sublime corresponde al reino de lo mudable, No es permanente ni en el poeta ni
en el oyente. Es provocado. Pertenece al reino del lenguaje, es expresión
poética que arrebata. Es nobleza de espíritu y técnica retórica. Es expresión
del alma.
Carece
de causa inmutable y eterna. Es azaroso. Lo sublime siempre es un acto único,
sin divisiones ni grados. Es un sentimiento pleno, que se inicia y concluye en
sí mismo.
El
sentimiento de caída es fundamental para lo sublime. En la representación
trágica, en el conflicto de las pasiones, en la vivencia del drama tiene su
asidero la expresión sublime. Éste revive y reclama los apremios de la vida, en
ellos encuentra su fuente. Lo sublime es
arrebato que libera estéticamente al espíritu.
El
mito, para pseudo Longino, es necesario porque es fuente permanente para la
retórica. Es esencial para lograr el sentimiento sublime. La función del mito
es emocional. Lo estética de lo sublime
busca conmover. No pretende ni la verdad ni persuadir.
Lo
sublime permanece en lo sensible. No pretende ninguna trascendencia metafísica.
Es simultáneamente afirmación y negación. No es autonómico, no es en sí mismo.
Es interdependencia entre poeta y oyente, es una relación necesaria.
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