Cuando contamos algo a otra persona aprendemos de una manera
nueva a presentar las cosas que pensamos y sentimos; puede ser que nos hagamos
más sagaces en la manera de transmitir lo que deseamos decir. La narración puede
convertirse en un buen relato y puede abrirnos a una mejor comprensión del
mismo, si mientras relatamos reflexionamos en ello. Ahora bien, si no comprendemos
aquello que narramos ¿cómo será posible que lo expliquemos a otros?
Si no comprendemos lo que decimos porque no lo hemos
analizado o por alguna otra causa, sin darnos cuenta, lo que hacemos es
propaganda. Le hacemos propaganda al gobierno de turno o a la oposición de
turno; al predicador en el cual creemos; al autor del libro que hace poco leímos,
al instructor que admiramos. No entendemos ni hemos reflexionado sobre tal o
cual cosa y, sin embargo, hablamos o repetimos eso a otras personas, y nos
figuramos que exponemos una verdad que puede repetirse.
O creemos que por tener algún tipo de experiencia en algo
podemos explicar ésta a los demás. La experiencia la podemos comunicar
verbalmente, pero ¿nos será posible relatar a los demás la vivencia de nuestra
experiencia? Si no hemos reflexionado sobre lo que hemos vivido ¿podemos
describir la experiencia? Nos resulta difícil, casi siempre, transmitir el
estado de esa vivencia. De allí, que al intentar narrar la verdad existencial de
esa experiencia ésta deja de ser verdad.
El repetir una verdad existencial resulta complicado. Es más
fácil repetir una mentira, porque ésta es una construcción artificial. Por el
contrario, al querer repetir una experiencia existencial ésta pierde su
sentido. La mayoría de nosotros no experimentamos sino que nos ocupamos en
repetir la experiencias de otros. Al individuo que experimenta de manera
directa no le interesa la repetición, ni trata de convertir a otros, esto es,
no le interesa hacer propaganda. La propaganda es la repetición de la
experiencia de otro.
Por desgracia, a la mayoría de nosotros nos interesa más la
propaganda que la experiencia existencial, porque mediante aquella tratamos de
convencer a otros, de ganar adeptos; y también porque queremos ganarnos la vida
explotando a los demás. En este sentido, la propaganda se convierte en una estafa.
Nos hallamos atrapados entre la verbalización y la
experiencia; aunque más inclinados, y muchos más, a la verbalización y la propaganda.
Pocas veces nos dedicamos a experimentar, a establecer comunión con las cosas en
el entorno en que habitamos, trabajamos... Por ello, es que deseamos hacer
propaganda, aunque la experiencia existencial no puede ser objeto de propaganda.
De este modo, no construimos relaciones ni experiencias y vamos careciendo de
vida.
Tal carencia es nuestra dificultad actual. Deseamos hacer
propaganda a otros sin haber experimentado, y en este hacer propaganda creemos experimentar.
Ese creer es una mera sensación, una mera satisfacción que carece de sentido, y
tiene poca validez; ya que no se apoya en ninguna realidad existencial. Una
realidad vivida al ser comunicada no origina trabas, porque no es propaganda. Pues
la vivencia tiene significados para nosotros y para los demás, de allí que no
sea propaganda.
Al vivir nuestra propia experiencia podemos desapegarnos de
esa tendencia propagandística. ¿Por qué nos desligamos de ésta? Porque ya no es
un relato que alguien nos cuenta, porque no ha surgido de instructores
políticos, religiosos o de cualquier otro tipo, que nos han hablan de ella.
Nadie nos dice lo que tenemos que encontrar, o renunciar o hallar la realidad
que a ellos les conviene.
Al desligarnos de la propaganda no aceptamos la idea de
convivencia, de desapego que otros nos quieren imponer. Nosotros elegimos otras opciones, no tienen
que ser originales ni nacer propiamente de nosotros; pero abrimos el abanico de
opciones posibles. La propaganda nos quiere enredar y atrapar en su capa
melosa. Por el contrario, la experiencia existencial es una experiencia de
primera mano, un pensar-hacer-sentir directo sin intermediarios.
Referencias:
Twitter: @obeddelfin
Son los tiempos de la propaganda y me pregunto si alguna vez fue de la experiencia existencial, tal vez a nivel individual y no como grupo empezamos pensando por experiencia (me refiero a la niñez, adolescencia...) y nos vamos volviendo más medio propagandístico de esos que continúan experimentando sus creencias (esos políticos, religiosos y demás gurús que seguimos). Lo comparto en las redes Obed, me gusta lo claridad con que lo expresas. Saludos virtuales 🐾
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