Al compartir la imagen que acompaña este
artículo mi apreciada amiga Mercedes Duarte, hizo el siguiente comentario: “Ojalá
fuese así de simpático. La verdad es que es oscuro y tortuoso”. Los caminos a
conocerse a sí mismo tienen muchos matices, y considero que éstos dependen de
diversos factores. Por lo que puede ser un camino simpático o un camino oscuro.
Pero eso sí, cada quien lo recorre bajo su misma piel. A través de su
pensar-hacer, de su existencia.
A partir del citado comentario, me
quiero permitir con la imagen en cuestión un poco de semiología y de
iconografía. Para ello, tendré que hacer como los antiguos que invocaban a sus
dioses, en este caso, a san Panosfky, san Warburg entre otros. En primera
instancia, en la imagen vemos un prado despegado, una cómoda carretera que
serpentea por una suave pendiente, un encantador día soleado. Lo que anuncia el
cartel, en cuestión, es que conocerse a uno mismo es algo maravilloso y algo muy
agradable.
No obstante, como telón de fondo hay
unas montañas rocosas cubiertas de nieve, entre las cuales se pierde esa cómoda
carretera, si que llega a éstas. Las montañas no parecen tan amables. Aunque la
luz es prístina. Las montañas están allí como un algo que hay que ascender,
ascensión que no resultará tan fácil con toda esa nieve y lo escarpada de éstas.
Es un paraje inhóspito, una ascensión difícil y arriesgada. Aunque la luz
aparentemente lo niegue.
Por otra parte, no sabemos que hay
detrás de esas montañas. Podemos decir con Freud que allí está lo ominoso, lo
que se oculta a nuestra conciencia, a nuestra vida. Eso que nos da miedo.
Porque no logramos ver que hay allí. Es la oscuridad. Del otro lado hay algo y
no sabemos que es. Puede ser lo oscuro y lo tortuoso. No lo sabemos. Y eso
siempre nos produce incertidumbre.
Ya vendrán los triunfalistas a
decirnos tenemos que arriesgarnos, tenemos abandonar la zona de confort; pero
eso lo dicen en un ambiente bien controlado. Lo cierto es que lo ominoso nos
hace reservados, nos encoge. Porque no sabemos si hay algo que nos hará daño.
Algo allí puede amenazarnos.
El telón de fondo contradice el
primer plano, constituido por la hermosa pradera. Sin embargo, hay algo más. Lo
que está detrás del observador. Si sabemos que al fondo hay unas rocosas y
puntiagudas montañas cubiertas de nieves, y más allá lo ominoso. Nos
preguntamos, ¿Qué ha dejado atrás el sujeto?
Eso está totalmente oculto a nuestra
comprensión. No sabemos si lo que ha dejado es algo más luminoso o algo más
oscuro. No sabemos qué tanto ha andado. Si está iniciando el camino, o lo está
terminando. Eso nos está vedado. ¿Qué es lo que ha dejado atrás? ¿Por qué ha iniciado
este camino?
Esto no lo podemos responder. Nos
resulta incomprensible si este camino no es nuestro. Porque si es nuestro
camino sabremos lo que hemos dejado atrás. Sabremos porque hemos iniciado ese
camino, que nos impulso. Solo si este camino es nuestro camino sabemos lo que
hemos recorrido.
En otros artículos he tratado sobre
el conocerse a sí mismo y el cuidado de nosotros. He señalado en ellos la
necesidad de hacer este camino. Porque esto constituye involucrarnos con
nosotros mismos, saber quiénes somos. Descubrirnos. No sé si nos hará feliz, en
el sentido del placer. Pero nos hará más sabios con respecto a nosotros y a
nuestras relaciones con el mundo.
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Obed Delfín
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