El
hombre es responsable de sus actos, sean éstos voluntarios o involuntarios. De
los actos voluntarios no hay dudas acerca de su responsabilidad. Con respecto a
los involuntarios, si es arrastrado por causas externas a cometer un acto
involuntario es que él no se ha preocupado de ser un hombre esforzado, y allí
recae su responsabilidad; por otra parte, si realiza el acto por ignorancia, es
porque ha sido indolente consigo mismo. "Sólo el hombre —el hombre
malvado— es digno de reproche, y lo es
tal vez con toda razón, porque no es sólo su hechura, sino que posee un
principio distinto y libre"[1]
Por
ser el alma responsable de sus actos ésta es castigada. Así "cuando
delinquen, hallan su castigo en la depravación de sus almas por sus actos de
maldad y son degradados a un alma inferior, pues ningún ser ha de escapar jamás
a lo prescrito en la ley del universo"[2].
Esto es, actúa la providencia para restituir el principio de orden y armonía
del cosmos, de la cual el compuesto doble no puede escapar.
Todo
acto del alma, sea cual sea la dimensión con la cual se ha cometido, siempre
recae en ella la responsabilidad. "Porque sea que la constitución del
sujeto es tal como para sumirlo en una especie de fondo turbio, sea que predominan
los apetitos, en todo caso es necesario admitir que la responsabilidad está en
dicho sujeto"[3]. Plotino
es inapelable al respecto.
Todo
acto del alma está bajo el gobierno de ésta. Y debe estar normativamente
gobernado por el alma intelectiva. Esta es la primera responsabilidad de todo
hombre.
Pero lo de «involuntariamente» significa que el
pecado es involuntario; mas eso no quita que los agentes mismos obren por
propia cuenta. Bien al contrario, porque son ellos mismos los que obran, por
eso son también ellos mismos los que pecan. Porque si no fueran ellos mismos lo
que obran, no pecarían en absoluto[4]
Siempre
el alma elige sus acciones, como señala J.
M. Rist: “Nosotros de hecho escogemos tales cosas, engañados por nuestro ambiente
o por nuestras pasiones, por pensar que ellas nos traerán bienes”[5].
Todo
acto, sea involuntario o voluntario, es acción del alma. De allí que siempre la
responsabilidad recae sobre ella. "Un impulso primero y repentino, si se
descuida y no se enmienda al punto,
induce a la elección del extravío en que uno ha caído. Sin embargo, el castigo
no se hace esperar"[6]
Para Plotino, el indolente es peor que el
malvado. Por cuanto el alma ha sido negligente para consigo misma viviendo
descuidadamente. Esta es un alma deficiente.
Los que se malearon hasta aproximarse a los
animales irracionales y las fieras arrastran a los medianos y les hacen
violencia. Y aunque los medianos son mejores que los que les hacen violencia,
sin embargo, son vencidos por los que son peores que ellos precisamente por
cuanto ellos mismos son peores, es decir, porque no son buenos ni se prepararon
para no salir malparados[7]
Plotino
rechaza contundentemente al alma blandengue. Que implora llorosa y lastimera la protección de los
dioses. "Dios no tenía porqué pelear en persona en favor de los no
aguerridos, pues la ley manda que hay que salir salvos de las guerras luchando
varonilmente, y no rezando. Porque tampoco se recogen cosechas rezando, sino
cultivando la tierra, ni se está sano descuidando la salud"[8].
Esta alma una vez que acarrea su propia miseria no puede esperar ayuda de los
dioses. Pues quiere que los dioses sean causa de sus actos.
En
el cosmos plotiniano, la salvación por cualquier intervención de Dios está
excluida. Como señala J. M. Rist: “Si el hombre no está capacitado para elegir
lo correcto sin auxilio adicional de Dios, entonces él no podrá elegir lo
correcto para nada"[9].
Por tanto, los hombres no tienen derecho a esperar ayuda de los dioses.
La
libertad no es simplemente el poder de elegir, es ser responsable por los actos
que se realizan. Una y otra están indisolublemente unidas.
Las obras malas son secuelas, pero necesarias; las
causamos nosotros por nuestra cuenta, no forzados por la providencia, sino
sacándolas de nosotros, que las juntamos con las obras de la providencia o
derivadas de la providencia... La acción puesta por el disoluto ni es obra de
la providencia ni es acorde con la providencia, mientras que la acción puesta
por el casto, aunque no es obra puesta por la providencia, pues es puesta por
él, sí es acorde con la providencia, porque concuerda con la Razón[10]
Las
acciones nobles y rectas están acordes con la providencia. Las malas y
disolutas no, éstas merecen castigo. Por esto la vida debe estar dirigida a
realizar acciones acordes a la providencia.
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