Rafael Echeverría en la Ontología del
Lenguaje crítica a Descartes señalando que:
"En la filosofía de Descartes, el pensamiento es nuevamente la base para
entender a los seres humanos. El pensamiento siempre adquiere precedencia. El
pensamiento, postula Descartes, nos convierte en el tipo de ser que somos. Es
porque pensamos, dice Descartes, que podemos concluir que existimos: «Yo pienso
—nos dice— luego existo.» El pensamiento es la base del ser. La razón es lo que
nos hace humanos"[1]
Por acá comienza la
crítica tomando a Descartes como paradigma de la concepción del hombre como ser
racional. Concepción que Aristóteles había determinado, al indicar el
Estagirita lo del ‘anthropon logon’;
y que Heidegger interpretara como ‘hombre que habla’, ‘hombre del lenguaje’.
Pues desde la antigüedad, se había concebido que lo que distinguía al hombre
del resto de los animales era su capacidad racional. Para eso se había
establecido una división racional e irracional del alma en el hombre.
La sentencia de
Descartes, «Yo pienso luego existo», es la conclusión de un proceso lógico de
demostración, que le permitió al filósofo determinar la distinción, la
diferencia lógica de lo que es el hombre en cuanto yo. Y le da certeza de lo
que el hombre es. Un ser que piensa. Dice Cartesius, “para llegar al
conocimiento de nuestras pasiones hay que examinar la diferencia existente
entre el alma y el cuerpo”, y agrega “debemos creer que toda suerte de
pensamientos que existen en nosotros pertenecen al alma”[2].
Echeverría para introducir su programa de
acción señala que:
"Postulamos que desarrollos importantes —muchos de los cuales han tenido
lugar en las últimas décadas — están llevando la deriva metafísica a su término.
Está emergiendo una comprensión radicalmente nueva de los seres humanos.
Llamamos a esta nueva comprensión de los seres humanos la ontología del
lenguaje"[3]
Que Echeverría elabore
una ontología del lenguaje es un poco cuesta arriba. En tal caso,
Echeverría lo que realiza es un buen
programa basado en la teoría de la referencia, que trata, por una parte, de los
problemas relativos a la designación, a la denotación, a la extensión, a la coextensividad,
a los valores de las variables del lenguaje; por la otra, en la teoría de la
significación, que se ocupa de los problemas relativos a la sinonimia, a la
analiticidad, sinteticidad, implicación e intensión del lenguaje. EL cual se
funda, como lo dice explícitamente Echeverría, en los actos locucionarios,
ilocucinarios y perlocucionarios de Austin.
"Siguiendo a Austin, por lo tanto, podemos decir que cuando escuchamos,
escuchamos los tres niveles de acción. Primero, escuchamos el nivel de lo que
se dijo y cómo fue dicho. Segundo, escuchamos el nivel de la acción involucrada
en lo que se dijo (sea esto una afirmación, una declaración, una petición, una
oferta o una promesa). Tercero, escuchamos el nivel de las acciones que nuestro
hablar produce. En esta interpretación del lenguaje, las palabras son
herramientas que nos permiten mirar hacia todos esos niveles de acciones".[4]
Con respecto a
Descartes, señala Echeverría:
"Nuestra «concepción tradicional», nuestro sentido común, descansa, entre
otros, en dos supuestos que hemos heredado de la filosofía de Descartes, y que
han servido de base al pensamiento moderno occidental… Los dos supuestos a los que nos referimos son los
siguientes: aquel que sostiene que todo sujeto se halla expuesto a la presencia
e inmediatez del mundo de objetos que lo rodea y aquel que define al ser humano
como un ser eminentemente racional en su actuar en el mundo"[5]
El segundo supuesto, “que
define al ser humano como un ser eminentemente racional en su actuar en el
mundo”, es el que interesa a Echeverría. De aquí que indique que:
"El supuesto de que la razón es aquello que nos constituye
y define en el tipo de ser que somos, nos lleva a una comprensión racionalista
de la acción humana. Supone que la conciencia, la razón o el pensamiento, como
quiera que nos refiramos a ello, antecede a la acción. Asume que los seres
humanos actuamos en conciencia, guiados por la razón. Se deduce, por lo tanto,
que toda acción humana es acción racional. Ello implica que no hay acción que no
tenga su razón y, en consecuencia, que no esté antecedida por la razón que
conduce a ella. La razón, por tanto, conduce la acción”[6]
¿Qué dice Descartes al
respecto?
"Las que llamo sus acciones son todas nuestras
voluntades, porque experimentamos que provienen directamente de nuestra alma,
y parecen no depender sino de ella… Por el contrario, se
puede generalmente llamar sus pasiones a todas las clases de percepciones o
conocimientos que se encuentran en nosotros, porque muchas veces no es
nuestra alma la que las hace tales como son, y porque siempre las recibe de las
cosas que son representadas por ellas". (Descartes, Las pasiones del alma)
Añade Descartes:
"Nuestras percepciones (pasiones) son también de dos clases, unas tienen por
causa el alma, otras el cuerpo… Las que tienen por causa el alma son las
percepciones de nuestras voluntades y de todas las imaginaciones u otros
pensamientos que de ella dependen; pues es indudable que no podríamos querer
ninguna cosa que no percibiéramos por el mismo medio que la queremos; y aunque,
con respecto a nuestra alma, querer algo sea una acción, puede decirse que, en
ella, percibir que quiere es también una pasión; no obstante, como esta
percepción y esta voluntad no son en realidad más que una misma cosa, la
denominación se hace siempre por lo que es más noble, y por eso no se
acostumbra llamarla una pasión, sino sólo una acción". (Descartes, Las pasiones
del alma)
Cartesius, en estos
pasajes, no señala que sólo la razón conduce la acción. Como apreciamos en los
pasajes citados le da un rol importante a la voluntad y a las pasiones. Ya que
dedica el tratado de “Las pasiones del alma” a tratar las pasiones y las
acciones que éstas generan.
"Existe una razón particular por
la que el alma no puede rápidamente cambiar o detener sus pasiones, razón que
me ha permitido escribir antes, en la definición de las pasiones, que son no
solamente causadas, sino también sostenidas y fortalecidas por algún movimiento
particular de los espíritus. Esta razón es que casi
todas las pasiones van acompañadas de alguna emoción que se produce en el
corazón, y por consiguiente, también en toda
la sangre y los espíritus de suerte que, hasta que ha cesado esta
emoción, permanecen presentes en nuestro pensamiento del mismo modo que
persisten en él los objetos sensibles mientras actúan sobre los órganos de
nuestros sentidos". (Descartes, Las
pasiones del alma)
Por
el contrario, señala Echeverría
"El concepto de razón deviene tan importante dentro de los
parámetros de esta interpretación que, incluso cuando la experiencia pareciera mostrarnos
que este supuesto es discutible, y pareciéramos observar acciones no
conscientes, no racionales, donde no hubo deliberación previa, este supuesto no
es puesto en duda y se buscan las razones inconscientes que nos llevan a actuar
de la manera como lo hacemos. Con ello el supuesto se mantiene, salva las
apariencias, y la primacía de la razón se mantiene: ella sigue conduciendo la
acción humana” [7]
Cómo entender que Echeverría dice
‘donde no hubo deliberación previa’. Pues el filósofo señala:
"Después de haber considerado en
qué difieren las pasiones del alma de todos los demás pensamientos de la misma,
creo que se puede en general definirlas como percepciones, o los sentimientos,
o las emociones del alma, que se refieren particularmente a ella, y que son
causadas, sostenidas y fortificadas por algún movimiento de los espíritus". (Descartes, Las pasiones del alma)
Por su parte, Echeverría indica
"Una de las formas en que nuestro sentido común ha tratado
este dilema ha sido hablando de las emociones como «asuntos del corazón». Al
utilizar esta metáfora se encontró una especie de terreno intermedio: se
admitió que las emociones no surgen de la cabeza, donde se suponía que reside
la mente. En cambio, se supuso que eran fenómenos más elevados que otros
fenómenos corporales. No obstante, nuestra concepción tradicional nos veía como
«seres racionales» — siguiendo la ya apuntada interpretación propuesta por
Descartes hace más de 350 años. Tal como ya lo examináramos, esta posición
considera al comportamiento humano como racional y las razones de la mente son
la clave para darle sentido a la acción humana" [8]
¿Qué señala Descartes?
“Pero no basta esto para poder
distinguirlas unas de otras; hay que buscar sus fuentes, y examinar sus
primeras causas; ahora bien, aunque puedan a veces ser producidas por la acción
del alma, que se determina a concebir tales o cuales objetos, y también solamente por el temperamento de los cuerpos
o por las impresiones que se encuentran fortuitamente en el cerebro,
como ocurre cuando nos sentimos tristes o alegres sin saber por qué, no
obstante, por lo que queda dicho, parece que todas pueden también ser
suscitadas por los objetos que mueven los sentidos, y que estos objetos son sus
causas más corrientes y principales; de donde resulta que, para encontrarlas
todas, basta considerar todos los efectos de los objetos”. (Descartes, Las pasiones del alma)
Y afirma que
“De lo dicho hasta aquí, se
deduce que la última y más próxima causa de las
pasiones del alma no es otra que la agitación con que los espíritus mueven la
pequeña glándula que hay en medio del cerebro”. (Descartes, Las pasiones del alma)
Y sobre si sólo
nuestras acciones son acciones racionales, tenemos que:
“Ahora bien todas las precedentes
pasiones (admiración, desprecio, estimación, generosidad, orgullo, orgullo,
bajeza) pueden producirse en nosotros sin que advirtamos en modo alguno si el
objeto que las causa es bueno o malo. Pero cuando se nos presenta una cosa como
buena para nosotros, es decir, como conveniente, esto nos hace sentir amor por
ella; y cuando se nos presenta como mala y nociva, esto nos mueve al odio”. (Descartes, Las pasiones del alma)
Para Descartes lo que
nos mueve es inicialmente el deseo de algo, no una acción racional.
"Como estas pasiones
no nos pueden llevar a ninguna acción sino por medio del deseo que suscitan, es particularmente este deseo lo
que debemos cuidamos de regular; y en esto consiste la principal utilidad de la
moral; ahora bien, así como acabo de decir que el deseo es siempre bueno cuando
le precede un verdadero conocimiento, no puede menos de ser malo cuando se
funda en algún error". (Descartes, Las
pasiones del alma)
Con respecto a las
emociones indica Cartesius:
"Ahora bien, como estas
emociones interiores nos afectan de más cerca y tienen, por consiguiente, mucho
más poder sobre nosotros que las pasiones que se encuentran con ellas y de las
que difieren, es indudable que, con tal que nuestra alma tenga en sí
misma algo que la contente, ninguna contrariedad que le venga de fuera tiene
poder alguno para darla; más bien sirve para aumentar su alegría, porque el ver
que no pueden dañarla esas contrariedades exteriores le hace conocer su
perfección". (Descartes, Las pasiones
del alma)
La interpretación de
que las acciones humanas son acciones racionales es una interpretación muy
conservadora. Ya que la intensa preocupación por la razón y la racionalidad de
las acciones humana deriva que el hombre no actúa racionalmente, es más una
aspiración de los filósofos que de una realidad fáctica. Es una preocupación
que ocupa la reflexión filosófica desde Platón hasta nuestros días. Lo que se
ha tratado es de ponerle medida al ‘imperio de los sentidos’, para que éstos
tengan moderación y prudencia, y así no se desboquen.
Ni en la antigüedad ni
en la época moderna ha habido negación de las emociones ni las pasiones. Lo que ha habido es un
cuidado a la desmesura de éstas, no una negación. Así que las emociones nunca
han sido excluidas de la reflexión filosófica, siempre han ocupado un lugar muy
importante. De allí que la interpretación de Echeverría no es válida, es muy
conservadora y muy ajustada a ciertos manuales generales que explican a grandes
rasgos la filosofía. Que hacen ver que ésta ha dejado de tratar o no ha considerado
dentro si las emociones, sólo atendiendo a la razón. Platón le dedica un
diálogo al amor, Banquete; en República iniciada con el tratamiento de
las emociones y las relaciones humanas; así en De Anima Aristóteles aborda el tema de las emociones y las
pasiones; lo mismo hacen Hume, Locke, Kant, Hegel, esto es toda la tradición
antigua y moderna.
[2] Estoy citando el texto
“Las pasiones del alma” de René Descartes, en una versión digital que no tiene
el dato editorial. De allí que no cite el número de la página correspondiente.
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