La sociedad de la
sobreabundancia lleva a la saturación, por ejemplo, actualmente hay una canción
«despacito» de la cual la gente ya está saturada; lo mismo ocurrió con la
canción «vivir la vida». No es que a la gente les dejé de gustar la canción
sino que se saturan de oírla a cada hora y en muchos idiomas. Por lo cual se
produce el hastío. Que como dice Springsteen, “en el nuevo mundo digital, donde
la capacidad de concentración se reduce a tres segundos, donde la fría y dura
mano de lo efímero y el anonimato en serie tienen una gran influencia”. Es
importante estar atentos a esta condición que nos embarga y no nos damos
cuenta.
Esta saturación musical
era algo impensable digamos en los años sesenta y setenta. Pues los fanáticos para
oír su canción preferida tenían que esperar que la colocaran en la emisora de
radio; o algún amigo comprara el disco o un casette de cinta para oírla, con el
peligro que el disco se rayara o la cinta se enredara y se dañara. Los medios
para oír un tema musical eran pocos, por lo que no había posibilidad que se
produjera la saturación ni el hastío. No estoy pensando que debemos volver a
esa situación.
Actualmente es diferente,
hay muchos medios para oír, «descargar» y reproducir el tema musical que nos
gusta, y de este modo llegamos con mucha rapidez a la saturación. La cual se da
por exceso, por sobreabundancia. Al darse tal saturación buscamos
inmediatamente otra canción que este de moda, para satisfacer nuestra ansía
musical. Lo mismo ocurre con nuestra vida en general.
La sociedad de la abundancia
es la sociedad de la saturación y el hastío. Nos hastía la vida misma, la
aventura, el amor, la falta de hambre, la política, la gente… Vivimos en un
estado permanente de hastío. De allí la permanente búsqueda del cambio, de lo
novedoso, del deporte extremo… Pasamos de una actividad a otra porque nos
fastidiamos de la que estamos haciendo. Vivimos empalagados. Al podría decir: a
mi no saturan mis hijos o mi trabajo, y es cierto; pero ¿Y el resto de las
cosas?
Todos los días son días
de fastidio. Nada nos mueve, añoramos las aventuras; si la conseguimos pronto
la abandonamos porque ya no nos satisface. Saltamos de una actividad a otra.
Hacemos una cosa, hacemos otra. Cada día se apaga en sí mismo, para que no se
repita. Vivimos la máxima del carpiem die,
pero de la manera más vacua posible. Porque ni siquiera es una concepción de
vida, solo lo hacemos por la saturación.
De allí que pasamos de la
euforia a la desesperanza permanentemente. Estamos enredados en un círculo sin
fin, sin posibilidad de ver más allá. Por la sencilla razón que nos fastidiamos
por la saturación, vivimos inmersos en ésta. Mientras no nos demos cuenta
reflexivamente que vivimos en el hastío no podremos salir de él. Solo
repetiremos nuestra condición.
Esta permanencia en la
saturación asfixia nuestra existencia, la nubla. Es como si nos saturara el
oxigeno que respiramos y no pudiésemos vivir en él. Como el hastío es parte de
nuestra vida, éste se nos hace natural. Por ello vivimos en él sin darnos
cuenta. Es parte inherente a nuestro pensar-hacer. Sin embargo, no algo
natural. De allí que podemos pensarlo y cambiarlo.
Al no darnos cuenta de
esta condición de saturación permanecemos en ella, y somos reincidentes en la
misma. La posibilidad de abordarla está en saber qué es y qué la produce. Saber
sus causas, saber el porqué. Entender que nadamos en el mar de saturación el
cual nos produce, a la vez, esa intensa molestia. Ese querer pasar de un estado
a otro por el solo pasar.
Tenemos que aprender a
manejar la saturación, hacer uso de esta situación. Porque en ella estamos. Nos
puede gustar algo mucho, pero si abusamos de ella nos empalagamos con la misma;
y comienza nuestra angustia porque ahora comenzamos a rechazarla. De allí que
tengamos que aprender a administrar nuestra vida. A saber paladear el día a
día, cada situación. A demorarnos, como dice Byung
Chul-Han. Tenemos que aprender como esos catadores de vinos, que degustan una
porción para saber lo bueno de la totalidad.
Incluso estamos saturados de tiempo. Hemos
perdido la noción del Kairos, ese
momento justo. Todos andamos estresados por falta de tiempo, pero no es el
tiempo lo que nos falta. Es el derroche del mismo. Tiempo extraviado en
situaciones en la que no hacemos nada, perdemos el tiempo decimos. Y es cierto.
Lo cual contribuye a aumentar esta sensación de saturación.
La saturación y el hastío
es algo que podemos manejar. Para ello debemos educar nuestra vida, hacer como
el catador de vino que paladea cada porción extrayendo de ella lo mejor,
disfrutar de cada porción. El disfrute de las cosas es algo que se aprende, y requiere
dedicación. Requiere voluntad de aprendizaje, para así poder llegar a disfrutar
esas particularidades.
No aprendemos para huir
del hastío y la saturación. No. Aprendemos, para disfrutar de lo que hacemos,
de quienes nos rodean, de las situaciones que vivimos, del lugar que habitamos.
Aprendemos a vivir placenteramente, a demorarnos en cada cosa que hacemos, en
cada idea, en cada conversación, en el oficio que realizamos a diario. No es
una apuesta romántica e ingenua. Es una construcción que implica nuestra vida a
largo plazo.
Referencias:
Facebook:
consultoría y asesoría filosófica Obed Delfín
Youtube: Obed Delfín
Twitter:
@obeddelfin
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